¿Qué sentido tiene hoy en día seguir publicando en papel? ¿Por qué imprimir usando técnicas de impresión de hace más de cinco siglos?
No siempre es fácil explicar que es lo que hago en BunkerType a aquellas personas que no se encuentran en un ámbito cercano al diseño o a la impresión ya que, como es lógico, generalmente desconocen la historia, las técnicas o los procedimientos que rodean el sistema ideado por Gutenberg. En el ámbito más cercano al diseño también hay quién -en un alarde de reduccionismo simplista- encuadra el interés generado alrededor de la tipografía contextualizándolo como moda pasajera… y ahí termina todo!, o finalmente quién no entiende porqué no hacer lo mismo de un modo más eficiente usando el ordenador -infinitamente más versátil y rápido- y una impresora de gran formato.
De todos modos lo cierto es que no puedo criticarlo, ya que a menudo ni yo mismo soy capaz de explicar qué es lo que hago, y todavía menos de razonar porqué lo hago sin recurrir a intangibles. En esas ocasiones aludo al proceso, a la mano de quien crea, de quien decide cuanta presión aplicar o en que dirección entintar… hablo del proceso de montaje del molde, de la primera vez que levanto la hoja tras pasar por la prensa, e inevitablemente acabo explicando que en cada hoja impresa hay una parte del artesano, del artista, del impresor cuyas manos han acariciado todo el proceso, con la liturgia necesaria que le confiere cierta sutileza, algo inmaterial al elemento impreso… alma…
Afortunadamente no parece que sea el único que piensa lo mismo, y iniciativas como la del estudio londinense People of Print así lo atestiguan. Aquí va mi pequeña aportación al proyecto con una pequeña serie de 20 ejemplares… mucha suerte y larga vida a la impresión!
No sé si será un moda pasajera, si viene para quedarse o qué. La tipografía para mí es indisoluble del proceso de impresión. De pequeño creía que todas las imprentas del mundo eran tipográficas. Me decían offset y me sonaba a chino mandarín. Por fortuna, he sido de los niños a los que ha fastidiado colocar los blancos o estar a pie de minerva poniendo papeles en los trabajos con estucados para que no se pegaran las hojas. Y eso, de pequeño, me daba por saco, claro. No voy ahora a decir que era tipógrafo a los 8 años, porque ahora con 37 tampoco lo puedo decir, si me comparo con mi padre, y aún más con mi abuelo.
Pero una cosa si que puedo decir con todo el conocimiento del mundo: PRINT Isn’t DEAD. Eso seguro. En el mundo de apps, de lo binario, ensuciarse los dedos con tipos móviles y todo el cuerpo con tinta, sigue apegando a la realidad de lo analógico, a las raíces del proceso que cambió la comunicación. Ahora no seremos tan visibles, pero en la humildad del tipógrafo y en su trabajo -nuestro trabajo- hay algo que emana verdad.
Esto es así, y a quien no quiera verlo, que le salga un pixel muerto en la pantalla de su iPad, jejeje.
Pienso que en la mano de quien crea está el secreto, ya lo dijo Andrei Platonov-Chevengur: “El hombre sólo puede llegar a ser más inteligente a base de tocar lo que fabrica”.
¡Larga vida a la impresión artesanal!
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