The New
Call #06

En la obra original Werkman despliega toda la osadía de su lenguaje con un sutil artificio: si anteriormente ya se había valido del uso de elementos no tipográficos para enriquecer su paleta de recursos (véanse, por ejemplo, las portadas de los números 1 2, 3 y 5 en los que el elemento central es el molde de la cerradura de una puerta), en esta ocasión va un paso más allá y usa elementos propiamente tipográficos, pero lo hace de un modo «incorrecto». Así, en la contraportada imprime la parte inferior de los bloques tipográficos (el lado opuesto al que se usaba para imprimir y que contenía en relieve las distintas letras). Del mismo modo, en una de las páginas interiores hace lo propio imprimiendo una textura de bloques rectangulares que no son más que diversos blancos tipográficos (elementos que al tener una altura inferior al del tipo no se entintaban ni se imprimían, sirviendo únicamente para generar espacios en blanco con los que separar letras o palabras o, simplemente, para poder rellenar los espacios vacíos en el molde tipográfico).

Usados de este modo, los elementos tipográficos pierden todo su sentido; se transforman en simples bloques de distintos tamaños y proporciones con los que sugerir texturas, ritmos o cadencias.

La interpretación propuesta fue la culminación de un trabajo en el que ensayé todas las posibilidades combinatorias que se me ocurrieron, usando los elementos no imprimibles de los bloques tipográficos para enfatizar la sensación de ritmo: combinación de cuerpos distintos o iguales, de caracteres con anchos similares o distintos, agrupando elementos de forma regular o irregular, usando elementos cromáticos o acromáticos, generando blancos internos en la composición o sin ellos, etc.

Lo imprevisible del trabajo con los imperfectos sistemas analógicos redondeó el estudio, ya que en el momento de hacer las primeras pruebas con lo que iba a ser el molde definitivo, las leves diferencias de altura habituales entre algunas de las piezas tipográficas, produjo un juego de densidades inesperado que en algunos casos dejaba entrever, más que la mancha rectangular de los bloques entintados, el veteado propio de la madera, en una afirmación poética de su propia materialidad.